Delectura

Los malignos Ross Macdonald

Las formas camaleónicas de la culpa protagonizan una novela sobre la codicia, la ambición y la arrogancia. Una historia de personajes que cargan con la desesperación que provoca el miedo a vivir.

No sabría decir por qué Los Malignos ha sido la primera novela que he leído del detective Lew Archer. Bueno, eso no es del todo cierto, admito que anhelaba encontrar en ella algo de La dama del Lago de Raymond Chandler. De entre los títulos de Serie Negra que he ido comprando compulsivamente los últimos 4 años casi de forma patológica, éste parece que pesó más que los demás.

Tal vez, y sólo tal vez, me han agotado (y alterado) las novelas en las que la extraña pareja formada por el sabelotodo detective Google y su entrometido y fisgón amigo Facebook se han dedicado a resolverlo todo. Últimamente me confunde tanta prueba forense irrefutable y se me rebelan los informes de balística. Aunque lo que llevo peor, es que ya no me sorprenda, y sí que me aburra, eso de librarse casualmente de una muerte segura gracias a un móvil hiperconectado megainteligente.

Necesitaba aire fresco, algo nuevo.

Algo como un Buick negro descapotable o un Cadillac destartalado yendo y viniendo, de aquí para allá. Un poco de Bogart y Bacall. Y parecía que Archer en Los Ángeles satisfacería esa necesidad, aunque confieso que no acabaría llenando el vacío.

Carl Hallman es un chico de veintitantos, hijo perturbado de Jeremiah Hallman, un jerarca político. Jeremiah fue hallado muerto, aparentemente, a causa de un infarto después del también aparente suicidio de su esposa unos años antes.

Carl se ha escapado del hospital en el que está internado y quiere descubrir qué le ocurrió verdaderamente a su padre. ¿Qué Malignos están detrás de su descenso al infierno? ¿Qué moral es la que agoniza, dispuesta a reírse de sus pesadillas y tirar la llave a las profundidades del océano por cumplir un sueño enfermo de poder y riqueza?

¿Es la de su hermano Jerry, su cuñada Zinnie o la del médico de la familia Grantland?

Lew Archer entra en juego. Y con él, la gente corriente y sus conversaciones terrenales en estancias en las que el presente incómodo pugna por imponerse a un pasado persistente. Y así es como sale a la luz la verdad. Un juego de manipulaciones para que otros hagan lo que unos no se atreven, para que otros vivan lo que unos no desean, matar por ellos, morir por ellos.

Y también surge Purissima, un pueblo de California ligado para siempre a Ross MacDonald. Con sus mansiones de tres plantas que habían sobrevivido a una era de elegancia para entrar en una era de necesidad.

«Los padres han comido uvas verdes y los hijos han cogido dentera».

Así es como te devoran Los Malignos.

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Comentarios publicados

Lew Archer, unos de mis detectives favoritos de todos los tiempos. ¡Gracias por recordarte de él! Los años pasan cargados de vida, nostalgias y heridas…

Roberto Lugo

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