Delectura

Calypso David Sedaris

Ya sé que Calypso y Gente normal no tienen nada en común. Probablemente sean dos novelas totalmente opuestas. Pero para mí quedaron unidas por un verano atípico y hablaré de ellas como de un maridaje imposible.

Hay libros que me exasperan. Porque no se si los detesto o los adoro. Así es Calypso.

Otros me provocan ansiedad desde las primeras páginas. Deseo terminarlos mientras leo sin dejar de subrayar. Descubrir si después de una semana, o varias, cuando haya procesado su lectura, voy a necesitar hablar de ellos constantemente. Así es Gente normal.

Calypso
Un verano atípico. Parte I.

No conocía a Sedaris. Tenía la vaga idea de que el punto de partida era el relato humorístico, incisivo e irreverente. Pero no sabía nada acerca de su vida y ni por asomo me imaginaba que esta historia tuviera tintes autobiográficos, casi mejor así. No se cuánto hay de David Sedaris en Calypso ni cuánto de Calypso en David Sedaris. Cuánto de honestidad de la persona y cuánto de exageración del personaje. Y me da igual, porque al fin y al cabo ahí están los dos, en una novela del todo inesperada, visitada a ratos, que me ha acompañado a lo largo de un verano atípico. Las tribulaciones de Sedaris y las locuras de Calypso han formado una película superficial, una costra que al caer, ha dejado cicatriz.

¿Cuándo empezó a irse todo a la mierda? Así es el repaso de Sedaris a las convenciones de las que no escapa sino que forma parte, a las relaciones familiares que van y vienen, a los estereotipos conyugales, a las diferentes caras de la amistad y a la idealización de todo ello. Mordaz y corrosivo hasta provocar acidez de estómago. Como jugando al Sorry!… Es despiadado con cualquiera que asoma la cabeza por la ventana de sus recuerdos. Lo revisa todo sin tabús. La afectación de la muerte prematura de su madre y su tardío alcoholismo; las circunstancias que envuelven el suicidio de su hermana pequeña Tiffany con la que no hablaba desde hacía tiempo; su homosexualidad o su obsesión por la vejez y las variadas formas de decrepitud en que se manifiesta. Su melancolía abrasiva le quita peso al drama, una melancolía que a su vez muere aplastada por el sarcasmo.

Proyectando diferentes versiones de sí mismo.
Calypso deambula sobre los vaivenes de un tal David Sedaris, sea quien sea, y sobre nadie más. Este histrión vive con estilo una fatalidad que se desvanece entre el humor y la fantasía mostrando un narcisismo y egolatría incontrolables. Ofreciendo sus filias y sus fobias a un público fiel y curioso del mismo modo que lanzaría su lipoma a la tortuga lagarto por la que siente debilidad (una que tiene un tumor en la cabeza). Y aunque él mismo lo piense, no es mala persona. A pesar de haberse dedicado en cuerpo y alma al terrorismo familiar durante su juventud (dicho por él mismo) y a juzgar incesantemente a la gente en su etapa de madurez biológica. Vagabundea por diferentes episodios, tira de memoria y te los dibuja en estampas literarias hilarantes. Me pregunto si escribió parte de esto desde la misma terraza de El Mar Quesito.

«Es mucho más complicado escribir sobre los momentos felices de tu vida. Y también es más difícil reproducir esa sensación en tu cuerpo, es algo mucho más misterioso que la tristeza o el enfado, emociones que me sobrevienen en un segundo cuando las invoco y permanecen a lo largo del tiempo después de haberles pedido de rodillas que me dejen en paz.»
Calypso, David Sedaris. Trad. Jorge de Cascante. Blackie Books. 2020.

Nimiedades como anclas en alta mar.
Su padre Lou, sus hermanas Gretchen, Amy y Lisa, su hermano Paul, su cuñada y su sobrina; Hugh, su pareja ideal… Un coro de caracteres singulares que añaden perplejidad a un anecdotario cargado de esnobismo. Calypso es inagotable igual que la sublime lingüística de su familia.

Con el presente de aquél entonces entremezclado con acontecimientos aún más lejanos y ambos pasados adornados con las interpretaciones de su propia vida y de las ajenas, banaliza lo que cualquiera consideraría importante y se detiene en detalles absurdamente desquiciantes, así afloran con ternura sus porciones de realidad. Las vacaciones en Emerald Isle de una insólita familia que se descompone y recompone con la misma facilidad, shopping en Tokio con sus estrafalarias hermanas o un vuelo a Denver en que un desdichado pasajero se caga encima… Son algunos de los anecdotarios con los que es imposible que, en algún momento, no se te escape una sonora carcajada, una risita de culpabilidad ante un comentario socarrón, una sonrisa hacia adentro por un pensamiento compartido que no dirías jamás en voz alta o una mueca de disgusto por su absoluta falta de sensibilidad.

Y a pesar de todo, no le ha ido tan mal.

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Comentarios publicados

Que gracia encontrar esta reseña porque es un libro que regalé a mi mejor amiga, una de esas personas que siempre buscan una respuesta a todo. ¡Felices fiestas!

Natalia Gil

Para pasar unos buenos ratos de humor sobre las relaciones familiares, es un libro que me arrancó más de una carcajada 😄. David Sedaris es un tío singular, no hay duda!

daniel manzano

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